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lunes, 11 de octubre de 2021

Llegar a ser doctor. Balance (muy) personal de una experiencia

Ya han pasado casi cinco meses desde que defendí mi tesis y, he de reconocer, llegar a ese momento es un cambio importante en el recorrido vital de cualquier persona que haya elegido seguir tal camino, un auténtico antes y después. Para mí, realmente fue un día muy feliz, especialmente por poder compartirlo con mi madre y otras personas queridas. Pero, en general, destacaría la sensación de liberación, por conseguir concluir un reto de constancia y dedicación a largo plazo, en el que debes superarte en muchos sentidos para presentar a la comunidad científica una aportación relevante, original y novedosa. No es fácil, no. Pero, por otra parte, he de decir que no me siento más inteligente que antes, ni más sabio o poderoso (por desgracia, no es como evolucionar de Gandalf el gris a Gandalf el blanco, no). Pero sí me siento más capacitado para la actividad investigadora. El las siguientes líneas voy a tratar de resumir algunos aspectos clave de mi experiencia:

  • Comenzando por el que debiera ser el punto principal de cualquier cuestión, la salud mental, doy fe de que un doctorado es potencialmente perjudicial para el bienestar emocional. Requiere muchos sacrificios, renunciar a mucho tiempo libre, con familia, amistades y a tiempo de descanso para uno mismo. Es fácil sentirse frustrado o culpable por tener que estar haciendo malabares entre necesidades y responsabilidades. Además, necesitarás sentirte apoyado y respaldado pero, irónicamente, el doctorado requiere pasar muchas horas en soledad, saboreando la angustia de saber que si abandonas a medias, todo el esfuerzo no habrá valido para nada, o para muy poco.  También asumes que estás participando en una especie de reality académico -esencialmente tóxico- en el que mucha gente te observa, te juzga y, en cierto modo, hace sus apuestas sobre ti y sobre el trabajo que estás desarrollando. En fin, la comunidad académica, creo, debería reflexionar un poco sobre esto. 
  • En relación a lo anterior, como en otras decisiones importantes en la vida, apostar por hacer una tesis ayuda a desvelar quién está contigo a las duras y a las maduras. Hay personas que no entenderán o no aceptarán que ya no tendrás tanta disponibilidad como antes, incluso que te reprocharán "querer ser más que los demás". Bueno, ya sabéis lo que dicen, o aportas, o apartas; nada más que comentar sobre ese tipo de personas. También es muy común que en tu entorno, sencillamente, haya personas que no entiendan muy bien qué es exactamente eso del doctorado que estás haciendo y, por consiguiente, no le den la importancia que tiene. Hay que saber llevarlo, la gente no tiene la culpa de saber más o menos de la carrera universitaria. Las personas muy mayores, como mi abuela, pues incluso se sorprenden de que nunca dejes de estudiar, es normal. La parte buena, es que las personas que te apoyan incondicionalmente también darán la cara, estarán ahí para animarte en los peores momentos, y esa revelación no tiene precio. 
  • El título de doctor/a no te abre puertas, pero sí ventanas. Quien se piense que por tener un diploma más colgado de la pared ya está todo hecho, mejor que ni se ponga a ello. Es cierto, que siendo doctor eres un punto algo más grande en el mapa, pero solo eso, un punto. Si no te mueves y te molestas en crecer, aprovechando y creando oportunidades, no habrá nada que hacer. Es cierto que si haces una buena tesis y la defiendes acertadamente, la voz se corre y puedes aprovechar esas redes que se empiezan a tejer a tu alrededor.
  • Exactamente, el doctorado sólo es una etapa más de una larga prueba, como si se tratase del Tour de Francia. En ese sentido, no importa tanto ganar la etapa, sino acabar el tour en el mejor puesto posible. Es mejor no convertirse en uno de esos cantantes "de una sola canción", que tienen un hit y después desaparecen del mapa. Después del doctorado hay que seguir publicando artículos, participando en congresos, solicitando proyectos, realizando candidaturas a becas, a plazas... Y las dichosas acreditaciones de ANECA, para seguir presentándose a plazas. 
  • Si estás en la carrera docente, por tanto, la presión no desaparece. De eso hay que ser consciente, porque siempre "te faltarán" cosas para seguir mejorando como profesor e investigador. En este aspecto, es importante haber aprendido a encontrar un cierto equilibrio entre lo profesional y lo personal durante la etapa del doctorado, porque de no ser así, no disfrutarás de los éxitos que vayas alcanzando día a día. Y sí, te lo mereces. Mi recomendación: ni dormirse en los laureles, ni agobiarse. No somos hámsteres corriendo en una rueda, aunque nos la pongan delante y nos empujen a ella. 

Espero que estas líneas hayan podido ayudarte en algo si emprendes este camino. Mucha suerte si es así.

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