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martes, 14 de agosto de 2012

Época de trueque

Beduino nómada. Imagen: Wikipedia
Hace unos días, revisando unos apuntes sobre esta disciplina tan publicitada últimamente llamada coaching y que, en realidad, sólo unos pocos especialistas saben y pueden practicar correctamente, me llamó la atención una tipología sobre las tres diferentes clases de motivación que pueden mover a un trabajador a "comprometerse" con la empresa u organización para la que trabaja, que serían las siguientes:

+ La motivación extrínseca o "de trueque": el dinero como motivación para trabajar
+ La motivación intrínseca o "de artista": el que te guste tu trabajo o puesto de trabajo
+ La motivación trascendente o "de buen samaritano": la motivación de compartir los mismos objetivos y valores de la organización.

No se puede decir que la clasificación sea brillante, ni tampoco novedosa, la verdad, pues de la naturaleza y las motivaciones del ser humano se lleva escribiendo ya unos cuantos siglos pero seguro que a más de una persona le sirve en un momento dado. A mí, personalmente, la lectura de aquello me generó una nueva reflexión sobre la deriva de las cosas en nuestro país. Si, durante los últimos cuatro años, no ha cesado la destrucción de empleo, esto, obviamente, ha ocasionado la competición de un mayor número de personas por una cantidad mucho menor de puestros de trabajo, entre ellos, unos mejores y otros de los que se hacen porque no se tiene más remedio. A la vez, muchos buenos empleos han desaparecido y otros muchos han empeorado sus condiciones (menor salario, más horas, falta de medios materiales, etc.). No creo que nadie vaya a discutirme el hecho de que hoy en España se vive notablemente peor que hace cinco años. Por tanto, no creo que sea disparatado pensar que la mayoría de los que tienen la 'suerte' de trabajar en nuestro país, lo hacen principalmente por la necesidad de obtener dinero y cada vez son menos las personas que tienen el 'privilegio' -aunque yo tendería a considerarlo más bien un derecho- de dedicarse a algo que le guste y dentro de un proyecto con el que se sienta identificado.

Bien, para no irme por las ramas, la reflexión pues es la siguiente: ¿Puede un país salir de una crisis como esta si la opción que queda a la gran mayoría de la gente es la de trabajar únicamente por el dinero? No soy muy optimista respecto a esto. Porque si algo puede diferenciar de hecho a un país respecto a otros es la pasión y la dedicación que pone a lo que hace. Por contra, estamos cayendo peligrosamente en una pérdida de sentido del trabajo y, con ello, se nos escapa buena parte de las posibilidades de recuperarnos, de prosperar como país y de innovar. Desde el punto de vista de la clasificación de las motivaciones, se puede pensar -yo lo veo claro- que estamos inmersos en una 'época de trueque' donde lo único que les queda a la mayoría de las personas es la opción de trabajar a cambio de euros para, con esos euros, pagar facturas, comprar comida y cubrir el resto de las necesidades materiales de la familia; sin la posibilidad de hacer lo que les gusta, ni lo que mejor saben hacer, ni lo que les inspira. Esto significa que se trabaja porque se necesita el dinero a toda costa y otros factores como la autorreantlización profesional o el compromiso social con causas altruistas quedan, como poco, en segundo plano cuando no olvidados. Significa mucha gente con estudios trabajando en empleos para los que no se requiere cualificación y muchísimos trabajadores especialistas y experimentados fuera de su ámbito de desarrollo. En pocas palabras, mucho potencial perdido. A medio y largo plazo, esta va a ser una de las grandes desgracias de nuestro país junto con la ya comentada fuga de talentos. Volvemos a economías del pasado y corremos el riesgo de convertirnos en un país de mano de obra barata.

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